viernes, 25 de marzo de 2016

El poder religioso y la Semana Santa en la conquista de América Latina



Con la llegada de los españoles a América, se abrirá un nuevo escenario en el que no sólo serán totalmente novedosas las bases económicas, políticas y sociales para los europeos, sino que se toparán con un contexto cultural totalmente distinto, lleno de creencias ajenas. En esta nueva atmósfera, la Iglesia jugará un papel primordial ya que, una vez que se fueron conquistando progresivamente los territorios, se va a necesitar de una institución y de unos mecanismos legitimadores que ayuden al buen funcionamiento de la vida social.
Como apunta Domingo Ramos, el Nuevo Mundo se convertirá en el espacio donde se van a ensayar las utopías renacentistas, permitiéndose de esta manera transferirse los modelos de religiosidad existente en la Monarquía Hispánica.

De esta forma, la Iglesia se convertirá en el motor institucional capaz de construir el vínculo orgánico entre las distintas facciones sociales desempeñando la función de referencia, es decir, creando una identificación común, como fue la pertenencia a una misma religión, ya lo dijo Francois Haurtart el cristianismo compartido por los diversos grupos sociales y étnicos constituyo un conjunto de significaciones y representaciones comunes a todos ellos y fue también un factor que permitió reducir al nivel simbólico la contradicción objetiva presente en las relaciones sociales.
Hay que tener en cuenta que la religión, además del profundo carácter teológico que presenta, aporta otros aspectos igualmente importantes porque afecta tanto a la cultura, como a la economía y a la política de un territorio. Este aspecto se incrementa si tenemos presente la época que estamos tratando, finales del siglo XV principios del XVI, período en el cual la Iglesia Católica tendrá un importante peso en el día a día de la sociedad y la monarquía, motivado entre otras cosas, por la regeneración espiritual que se vive en el siglo XV, con la reforma de Cisneros que, convierte a la iglesia en un mecanismo estrechamente vinculado a la política y a los intereses de la Monarquía Hispánica.
Además, se produce una transformación de contenido en las formas, aumentando la manifestación externa de los cultos en la conmemoración de los ciclos litúrgicos. En la América Colonial tendrán un peso muy importante la Semana Santa y el Corpus Christi.  Dichos ciclos del calendario cristiano, en el que se reproduce la pasión, muerte y resurrección de Jesús,  serán usados por la predicación misionera en el Nuevo Mundo por su enorme valor, estableciendo la celebración de la Semana Santa y el Corpus Christi como los acontecimientos religiosos más importantes del año.
La Iglesia usó este tipo de fiestas de marcado carácter espiritual, como mecanismo sutil para dominar y subyugar el ánimo colectivo de protesta durante el Antiguo Régimen, ya que la experiencia religiosa colectiva se expresa a través de la puesta en escena, que no deja de ser una de las características centrales de la fiesta.
Por tanto, a sabiendas de esto, la Iglesia se encargó de elaborar y asignar un nuevo calendario. Así, los indígenas fueron sometidos a sermones y sacramentos, obligados a la conversión religiosa y, por tanto, al sentimiento de pertenencia a un mismo cuerpo social. De esta conversión estaba muy pendiente la Corona, ya que cumplir con los días festivos sagrados era esencial para evangelizara los indios, educándolos y persuadiéndolos en la fe, lo cual serviría para manejarlos y establecerlos en la escala social pertinente, formando de este modo el calendario festivo.
En estas enseñanzas tenía un fuerte peso la iconografía. Rápidamente la Cruz, que fue uno de los símbolos de la acción evangélica, la devoción al Cristo crucificado, a la Virgen María y a otros Santos, fueron adquiriendo un peso importante, llevándose a las distintas prácticas religiosas de ciclos litúrgicos, en este caso a la Semana Santa.
De la misma forma que estaban ocurriendo en los demás territorios de la Monarquía Hispánica, como apunta Domingo Ramos, la solemnidad se manifiesta en la celebración de los Oficios y en las procesiones penitenciales, tomándose los mismos días claves en América que en la península; comenzando con la misa  del Domingo de Ramos y teniendo un peso muy importante el Jueves Santo.
De este modo si hiciéramos un estudio exhaustivo de las distintas manifestaciones litúrgicas existentes en América Latina, podríamos comprobar el proceso de transferencia religiosa llevado a cabo por los europeos  en el Nuevo Mundo.
Bibliografía:
Bonet Correa, A. Fiesta, poder y arquitectura: aproximaciones al barroco español, Madrid: Akal, 1990.
Cruz de Amenábar, I.  La fiesta, metamorfosis de lo cotidiano, Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile, 1995. 
Garrido Aranda, A.  El mundo festivo en España y América, Córdoba: Universidad de Córdoba, 2005.
Houtart, F. Religión y modos de producción precapitalista, Madrid: Iepala Editorial, 1989.
Ramos Prieto, D,  “Transferencias religiosas a América. Las celebraciones de la Semana Santa en el siglo XVI”, Hispania Sacra  nº 53 (2001), 503-529.


jueves, 24 de marzo de 2016

La Orden de los Frailes menores en la Semana Santa de Sevilla

La Orden de los Frailes Menores ha sido una de las más numerosas corporaciones que se han integrado en el seno de la Iglesia Católica. Bien es cierto, que si San Francisco de Asís escuchara que consideramos a los hermanos menores una corporación seguramente nos sermonearía sobre nuestra incapacidad de entender lo sencillo. Para comprender la doctrina de los franciscanos debemos alejarnos de las concepciones modernas de lo religioso. Quizás, como explica el afamado biógrafo de San Francisco, Álvaro Pombo, lo más cercano al concepto original del minorismo franciscano sea en la actualidad, incluso con sus contradicciones, el partido político PODEMOS. La doctrina franciscana se basa en unos pocos preceptos de carácter práctico: la vida en la pobreza, la virtud de la honestidad y la sencillez en las palabras, todas ellas intermediadas por la entrega a los demás y a Dios, en comunión como hermanos.

La importancia que el fundador de la orden y sus más allegados discípulos (otra denominación por la que el pobre de Asis nos reprendería) dieron a la dimensión práctica de la fe refundó en la Edad Media una filosofía práctica que llevaba muerta desde la desaparición de las escuelas helenísticas a manos del emperador Justiniano (529 d.C). Estas escolásticas y sus doctrinas entraron en auge tras la muerte de Aristóteles y se consolidaron en Grecia hasta llegar a Roma. La desaparición del Imperio Romano Occidental y la dura cristianización (colonización ideológica más bien) del Imperio Romano de Oriente acabaron con estas escuelas y, especialmente, con sus doctrinas de vida.

La orden franciscana, fundada en el 1209 bajo aprobación del papa Inocencio III, fue la primera de las llamadas órdenes mendicantes y sirve como fiel reflejo de la enorme distancia existente entre la estructura eclesiástica y los fieles católicos, que se elucidaría cada vez mayor con la aparición de muchas otras órdenes similares en el siglo XIII y XIV. 

La expansión de la orden por el mundo cristiano fue muy rápida. En el año 1221, las fuentes franciscanas sitúan su número en 5.000, y en el 1280 alrededor de 30.000. Algunas fechas relevantes de su expansión territorial podemos situarlas entre 1209 y 1217 por toda Italia; en 1221 por Francia, España, Dalmacia y Alemania, y en 1224 en Inglaterra. 

Además, como su vocación era la prédica de la palabra, no tardaron en llegar a Palestina, Constantinopla y Marruecos. A finales del siglo XIII, se registran las primeras apariciones de franciscanos en Persia, India, Mongolia y China. Lo que otorgaba esa capacidad expansiva a los franciscanos era, principalmente, que su doctrina servía como filosofía práctica para el día a día. Su interés no estaba centrado en la justificación de las penurias y dificultades diarias en base un fin superior, sino en la transformación de la vida cotidiana para alcanzar un bien mayor en la misma, que además se correspondería con la paz perpetua en la muerte.


Hermanos nazarenos de la Hermandad del Buen Fin ataviados con las ropas características de los franciscanos, símbolo de la unidad de la Hermandad con la Orden


En Sevilla su primera aparición se sitúa años antes de la conquista de Fernando III. Se trataba de cinco frailes menores que murieron el 19 de enero de 1220 en Sevilla (o Marruecos tras pasar por Sevilla, hay diferentes versiones) víctimas de persecuciones por sus prédicas. Tras la conquista, no debería sorprendernos que dada su afinidad singular con las clases populares, en los territorios como Sevilla con una alta concentración de la autoridad política, su presencia y relevancia se multiplicase con una gran celeridad.  Desde su llegada, muchos comerciantes y trabajadores tristemente asalariados se vincularon a la Orden, que entre sus institutos eclesiásticos incluía la Tercera Orden, una estructura para vincular a laicos y sacerdotes bajo las enseñanzas del pobre de Asís. Como tradición creciente en la ciudad, la Semana Santa de Sevilla también notó la presencia de los franciscanos. La primera aparición oficial de la Orden en la Semana Santa fue la incorporación de los franciscanos en el 1543 a la Hermandad de la Vera Cruz, cuarenta y tres años después de que el papa Alejandro VI, por intervención de los Reyes Católicos, erigiese como autoridad apostólica a la Provincia Bética de los Frailes Menores, lo que les concedía mayor autonomía a los franciscanos sevillanos. Desde este momento y hasta el siglo XX la presencia de los franciscanos en la Iglesia sevillana ha sido enorme y, en consecuencia, en la Semana Santa de la ciudad hispalense. Algunos ejemplos: los franciscanos son la orden religiosa con mayor presencia en las hermandades de la ciudad, su número de conventos llegó a ser el mayor durante los siglos XIV y XV y su obra magna, el convento Casa Grande de San Francisco, fue uno de los primeros que se construyeron tras la conquista de la ciudad y ha ocupado la centralidad eclesiástica durante gran parte de la Edad Moderna, tras la cual se produjo un declive hasta su destrucción en 1840.

En la actualidad, los franciscanos se encuentran muy vinculados a los barrios empobrecidos de la ciudad y su presencia en la Semana Santa sigue siendo notoria. Actualmente está estrechamente relacionada con la hermandad patrona del Ayuntamiento de Sevilla, la Hiniesta; el Buen Fin, que en 1947 adoptó sus hábitos; los Negritos, que desde 1993 es hermandad franciscana de pleno derecho, aunque sus vinculaciones con la Orden se remontan a 1558; la hermandad del Divino Perdón de Alcosa, que se fundó en una parroquia de la Orden (la iglesia de Ntra. Sra. de los Desamparados) y ha crecido bajo la tutela de los frailes menores; la Soledad de San Buenaventura, que porta el nombre del famoso místico franciscano, y es parte de la Orden Conventual de los Frailes Menores desde 1850; así como la ya mencionada Vera Cruz, refundada en 1942. A parte de estos íntimos vínculos, también mantiene una relaciones de muy diverso tipo (histórica, pastoral, identitaria, etc.) con hermandades como el Gran Poder, el Dulce Nombre, el Cristo de Burgos, la Lanzada, las Cigarreras, Pasión, el Calvario, la Esperanza de Triana o el Santo Entierro. No es raro ver en estas hermandades un cortejo, pendón o referencia a la orden franciscana. Y es menos raro escuchar admiración por parte de las hermandades sevillanas hacia la Orden, algo que no debería extrañarnos si entendemos que la vocación filosófica y pastoral de los frailes menores está íntimamente relacionada con la religiosidad popular. Los franciscanos son tan plurales, diversos y contradictorios como lo son también las hermandades de la Semana Santa de Sevilla. Las analogías entre la ciudad y estos son inevitables, la ciudad de Sevilla pareciera un reflejo de la Orden, aunque por desgracia sin la premura y paciencia que caracteriza a los hermanos menores.

Bibliografía:

Echeverry, A. J. "Franciscanos tras ideales utópicos", Historia y Espacio nº 28 (2007), 65-91.
Iriarte, L. Historia Franciscana. Madrid: Editorial Asis, 1979.
Luego Mena, J. Compendio de las cofradías de Sevilla. Sevilla: Ediciones Espuela de Plata, 2007.
Pombo, A. Vida de San Francisco de Asis. Madrid: Planeta, 2007.
Ros, C. Historia de la Iglesia de Sevilla. Sevilla: Editorial Castillejo, 1992.

Imágen:

Hermanos Hermandad Buen Fin: www.abc.com



Sobre el autor:

Antón Guzmán Troncoso

Mi nombre es Antonio Jesús, pero desde hace mucho soy conocido como Antón. Soy antropólogo e investigador social. Actualmente, estudio Psicología en la UNED y trabajo como diseñador creativo e investigador social en la empresa CACTUS: Investigación Cualitativa y Comunicación S.L. Mis intereses son de lo más variopintos: la filosofía, la historia antigua, la música jazz, la teoría política, el cine… Pero lo que verdaderamente me apasiona es la literatura fantástica, vicio que me ha llevado por los más apasionantes senderos que he recorrido en mi vida.

miércoles, 23 de marzo de 2016

La iconografía del Cristo del Soberano Poder de San Gonzalo

“Pero Jesús callaba, y el Pontífice le dijo: te conjuro por Dios vivo a que me digas si eres tú el Mesías, el Hijo de Dios. Díjole Jesús: “Tú lo has dicho”.
(Mt 26, 63- 64).

Aunque San Gonzalo es una de las hermandades más jóvenes de la historia de la Semana Santa sevillana, se ha consolidado como una de las hermandades con mayor fervor de la capital hispalense. La devoción a Nuestro Padre Jesús en Su Soberano Poder ante Caifás y a Nuestra Señora de la Salud se ha ido acrecentando y consolidando hasta llegar a contar con más de cinco mil hermanos y ser una de las hermandades con mayor número de nazarenos. La fe procesada a sus imágenes, el cercano acercamiento a los fieles y la relación de la hermandad-barrio han sido algunas de las premisas esenciales que han caracterizado a esta hermandad.  No obstante, uno de los rasgos más característicos que ha logrado acentuar en las últimas décadas su reconocimiento ha sido, y es, su cuadrilla de costaleros. La herencia del arte trianero, manifestado en el famoso andar de esta cuadrilla con el “izquierdo por delante”  es una de sus principales señas de identidad, unida a la conjunción con la banda de cornetas y tambores de las Cigarreras a lo largo de su estación de penitencia por la ciudad de Sevilla. Esta fusión dota a la cofradía en particular, y al Lunes Santo en general, de uno de sus rasgos más distintivos.

Sin embargo, en su corta historia ha pasado por múltiples y diferentes acontecimientos que han logrado dejar una huella imborrable en su historia. Algunos tan prósperos e inolvidables como la presencia del paso de misterio en la procesión del Santo Entierro Magno de 2004 o las diversas salidas extraordinarias en actos como el Vía Crucis; y otras más difíciles y dolorosas como el incendio que se produjo en la Madrugada del Viernes Santo del año 1977 en el altar de Nuestra Señora de la Salud.

En el barrio León, donde se halla la Parroquia de San Gonzalo, allá por la década de los  cuarenta del siglo pasado, un grupo de fieles adheridos a dicha parroquia quisieron fundar una hermandad de penitencia cuyo nombre terminaría siendo el mismo que el de su parroquia. En 1942 se aprobarían las reglas de la hermandad, se fijaría el día en que ésta iba a realizar la estación de penitencia y pusieron en común la idea de introducir en la Semana Santa sevillana uno de los momentos más relevante de la vida de Jesús: momento en el que Jesús declara ante Caifás, la máxima autoridad religiosa por aquel entonces, su carácter divino y su condición como Hijo Dios.


Nuestro Padre Jesús del Gran Amor. Antiguo Cristo del Soberano Poder.
Obra de José Luis Pires Azcárraga

En 1943 se le encargó al escultor José Luis Pires Azcárraga la imagen del Señor del Soberano Poder, la cual fue bendecida dos años después. En el boceto del misterio ideado por Pires Azcárraga y posteriormente rechazo, venía representado dos escenas conjuntas: el juicio ante Caifás y las negaciones de San Pedro. Finalmente quedó tan sólo la escena del Juicio ante Caifás, en donde se introduciría un soldado romano y un juez. En 1947, intentaron realizar la primera estación de penitencia, cuyo objetivo no fue conseguido debido a una descomunal inundación que provocó graves daños en el paso del misterio, por lo que hubo que posponer su salida para el año siguiente, el Lunes Santo 22 de Marzo de 1948. Una de las peculiaridades de su primera salida fue que estuvo acompañado por representantes de las cuatro hermandades trianeras que procesaban por aquel entonces: La Estrella, Esperanza de Triana, La O y el Cristo de la Expiración.

La Hermandad procesaría con este Cristo hasta 1960, cuando un año más tarde estrenaría una nueva imagen del Señor, obra de Antonio Castillo Lastrucci, quién también completó las restantes imágenes que conforman el misterio.


Cristo del Soberano Poder y Caifás.
Obra de Castillo Lastrucci.

Actualmente, la antigua imagen del Cristo del Soberano Poder tallada por Pires forma parte de la hermandad de Jerez de los Caballeros de Badajoz, cuyo nombre pasó a ser el Cristo del Gran Amor. Mientras que el Cristo de José Luis Pires estaba ideado para procesar de espalda al público, la nueva imagen del Soberano Poder fue tallada con el propósito de mostrarse frente al mismo. Como dato curioso de la hermandad, ésta realizó un escrito al Rey Juan Carlos I para que éste aceptara el nombramiento de Hermano Mayor Honorario, la contestación fue recibida el 28 de Enero de 1976 de forma positiva. Por lo cual la hermandad adquiría la titulación de Real.
En 1975 Luis Ortega Bru se encargó de esculpir una nueva cabeza y manos del Señor del Soberano Poder, pero no sería hasta un año después cuando finalizó la talla completa.



Cristo del Soberano Poder.
Obra de Luis Ortega Bru 1975

La imagen esculpida por Ortega Bru es la que tenemos actualmente. Los antiguos bustos del Señor del Soberano Poder y del Caifás se encuentran en las dependencias de la hermandad. Ortega Bru se aleja de los cánones clásicos de los cautivos, donde predomina el Cristo frontal, y realiza uno con mayor movimiento, de expresividad en el rostro y marcado por el impulso y la serenidad. Un estilo artístico muy viril, dramático y elocuente, en el cual refleja toda la belleza y serenidad de Jesús. Una talla muy lograda y de gran fuerza. Como dato curioso, el escultor dejó grabado en la espalda de la imagen la siguiente frase: “Mi Cristo para Sevilla.” 


Cristo del Soberano Poder y Caifás.
Obras de Luis Ortega Bru.

En el mismo año que finaliza la talla completa del Cristo del Soberano Poder, esculpe también la del nuevo Caifás, quedando completado el misterio con el Señor y el Caifás de Ortega Bru y el resto de figuras del antiguo misterio esculpidas por Castillo Lastrucci: Anás, José de Arimatea, un soldado romano y un esclavo negro. La escultura del Cristo del Soberano Poder fue restaurada en 1984 por Ricardo Comas y dos años más tarde por parte del Taller Isbilia.

BIBLIOGRAFÍA:

-     SANCHEZ HERRERO, JOSÉ; RODA PEÑA, JOSÉ; GARCIA DE LA CONCHA DELGADO, FEDERICO (dirigido): Misterios de Sevilla. Sevilla, Ediciones Tartessos, TOMO I.

-        CARRERO RODRIGUEZ, JUAN; GARCÍA LUQUE FRANCISCO: Enciclopedia de la Semana Santa de Sevilla. Sevilla, Correo de Andalucia. 1999. Volumen 9.

-      Página web Oficial de la Hermandad de San Gonzalo. Historia de la Hermandad Penitencial.
http://www.hermandaddesangonzalo.es/index.php/historia/hermandad-de-penitencia/

-   Página web Oficial de la Hermandad de San Gonzalo. Historia de Imágenes. Nuestro Padre Jesús en su Soberano Poder ante Caifás. http://www.hermandaddesangonzalo.es/index.php?cID=150

-    BERMUDO, FELIPE: Los cambios en el Misterio de la Hermandad de San Gonzalo a lo largo de su historia. El 13 de Abril de 2011. http://cofrades.sevilla.abc.es/profiles/blogs/los-cambios-en-el-misterio-de-1

Imágenes

-          Nuestro Padre Jesús del Gran Amor. Antiguo Cristo del Soberano Poder. Obra de José Luis Pires Azcárraga.

          http://blogmorado.blogspot.com.es/2015/02/exposicion-ego-sum-san-gonzalo-una.html
-          Cristo del Soberano Poder y Caifás. Obras de Castillo Lastrucci.

http://cofrades.sevilla.abc.es/profiles/blogs/los-cambios-en-el-misterio-de-1

-         Cristo del Soberano Poder. Obra de Luis Ortega Bru 1975.

http://labambalina.blogspot.com.es/2012/02/solemne-quinario-en-honor-al-stmo_8936.html

-          Cristo del Soberano Poder y Caifás. Obras de Luis Ortega Bru.


http://frdotor.blogspot.com.es/2014/04/semana-santa-de-sevilla-cofradias-y.html?view=magazine 


Sobre la autora:

Cristina Cardador Ruíz

Graduada en Geografía e Historia por la Universidad Pablo de Olavide, promoción 2011-2015. Interesada en la Historia Antigua y en la Historia de las Religiones. Realizó su Trabajo de Final de Grado sobre el culto imperial en Itálica. Actualmente cursa el Máster en Religiones y Sociedades organizado por la Universidad Pablo de Olavide y la Universidad Internacional de Andalucía.

martes, 22 de marzo de 2016

La representación y vestimenta de la Virgen María en la ciudad de Sevilla

No se sabe cómo pudo ser, físicamente, la madre de Jesús de Nazaret, pues su descripción no aparece en los evangelios canónicos. En los evangelios apócrifos se describen ciertos aspectos sobre sus cualidades morales, pero no sobre su físico.
Las representaciones pictóricas de la Virgen María en el mundo cristiano (católico a partir del XVI) comienzan a darse en el siglo III d. C., mostrándose en catacumbas romanas como la de Priscila. No empiezan a ser más frecuentes hasta la segunda mitad del siglo V, dada la importancia que tuvo en este asunto el Concilio de Éfeso, en el que se define que la Virgen María es la madre de Dios.


Virgen theotocos de las catacumbas de Priscila. Se la llama de esta forma cuando se muestra entronizada, siendo ella misma además el trono del Niño Jesús.

En la ciudad de Sevilla son importantes los reyes Fernando III de Castilla y Alfonso X el sabio en su papel de difusión del culto a la Virgen María. En esta época, los cambios experimentados en la sociedad occidental desde el siglo XI por el peso creciente de la burguesía urbana y por el papel cada vez más activo de la mujer en la economía familiar, modificaron su imagen, que comienza a tener una fisonomía propia. Esto se tradujo, en el plano religioso, a esta nueva tendencia de la veneración a la Virgen.
En el siglo XII el fervor  por la Virgen María creció exponencialmente: los sermones, tratados eruditos, himnos, poemas visiones y milagros que rodearon a la Virgen hicieron que los artistas comenzasen a realizar representaciones por doquier. En prácticamente toda la Edad Media son mayormente en posición entronizada y entre los siglos XII y XIII la representación de la Virgen es casi siempre hierática y mayestática, tanto en pintura como en escultura. Un buen ejemplo muy conocido en Sevilla es la Virgen de los Reyes, patrona de la ciudad, imagen realizada en el siglo XIII.


Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla

Podemos clasificar las representaciones de María en dos tipologías generales: las imágenes de Gloria (a través de las cuales se muestra pasajes alegres, normalmente aparecen con el Niño Jesús) o las Dolorosas (en las que se nos muestra a la Virgen sufriendo los trances relacionados con la crucifixión de su hijo).
En la Semana Santa de Sevilla, las imágenes marianas siguen un canon bastante uniforme: son dolorosas de candelero realizadas para ser vestidas. Aunque no siempre ha sido así. Las imágenes comenzaron a vestirse en España con la llegada del gótico. La moda hizo que imágenes talladas ya con ropajes (llamadas “imágenes de bulto”) fueran revestidas con suntuosas telas que esconderían la vestidura original. En ocasiones, muchas imágenes llegan a ser mutiladas gravemente para adaptar su forma a la de la nueva moda de ser vestidas.


La famosa Virgen de Regla de Chipiona fue adaptada para ser revestida, teniendo que desaparecer el Niño Jesús original.

En el siglo XV hallamos en algunas hermandades inventarios en los que se recogen la donación de prendas para vestir por completo a las imágenes: es entonces cuando se empieza a asentar la costumbre de vestirlas. Sin embargo, la realización de imágenes hechas expresamente para ser vestidas no llega hasta el último tercio del XVI, momento en el que se comienzan a fundar las principales hermandades y a realizar las prácticas penitenciales (ver artículo sobre el origen de la Semana Santa de Sevilla aquí). Mientras que las imágenes de Gloria se vestían con colores y bordados alegres, las dolorosas portaban telas oscuras, a forma de atuendo de viuda.
Es muy curioso observar cómo con el paso de los años la vestimenta de la Virgen María también sufre el cambio en las modas. Normalmente, el modelo a seguir han sido las mujeres cortesanas, y más concretamente, las reinas. En muchas ocasiones las mismas reinas u otras mujeres pertenecientes a la nobleza donaban telas y trajes a las vírgenes para que los vistieran. Por ello, por ejemplo, el estilo de las vestimentas de la virgen se vio gravemente alterado con la entrada de Felipe II a la cabeza de la Monarquía Hispánica, cuando la corte vestía un impoluto color negro. El hábito monjil fue el más común en las dolorosas de la época.



A la izquierda, La Reina Viuda Doña Mariana de Austria, quien fuera segunda esposa de Felipe IV (s. XVII). A la derecha, la Señora de la Antigua y Siete Dolores de la Iglesia de la Magdalena, atribuída a Pedro Roldan (1650).

También influyen las clases altas de los siglos XVI y XVII en las imágenes marianas en lo que se refiere a la talla del rostro de las mismas. Mostrar los sentimientos abiertamente era algo inconcebible, por lo que nos encontramos en esta época con multitud de vírgenes que tan solo muestran su tristeza a través de su llanto y el enrojecimiento de sus ojos, sin ningún atisbo de dolor excesivo en la cara, como sí ocurrirá en siglos posteriores, cuando el sufrimiento será el protagonista en la imagen de María y se incluirán rasgos naturalistas, como lágrimas de cristal, pestañas y cabellos naturales. En el siglo XIX, la indumentaria se dispondrá de una forma mucho más teatral a la moda con el sentimiento cortesano de la época.


A la izquierda, la Soledad de San Lorenzo (s. XVI). A la derecha, Mª Stma. de los Dolores y Misericordia (s. XX).

Es a partir de este siglo cuando se introducen además la mayoría de los accesorios que conocemos en las dolorosas sevillanas actuales.  El característico pecherín donde se colocan las joyas que se le compran o se le regalan a la imagen fue la estrella principal en los distintos atuendos de la Virgen. Además, en muchas imágenes, el luto riguroso desapareció para dar paso a tonos más alegres y telas más vistosas, apareciendo bordados en las sayas, los mantos y el paso de palio.


Virgen de Montserrat con el pecherín profusamente enjoyado al estilo decimonónico. Año 1934.

En la actualidad, los vestidores tienen especial cuidado en elegir la forma en la que dispondrá el tocado de la Virgen, una especie de equivalente al schebisim que utilizaban las judías de Palestina. Es una prenda muy difícil de colocar y, normalmente, cada vestidor tiene un determinado estilo que sabe acomodar a lo que mejor le sienta a la imagen. Muy célebres y aclamados son en estos días, entre el público y los cofrades sevillanos, los vestidores Antonio Bejarano y Grande de León, por haber sabido sacarle partido a imágenes que hasta hace poco pasaban desapercibidas.



A la izquierda, la Virgen de las Tristezas de la hermandad de la Vera-Cruz, vestida por Garduño. A la derecha, por Antonio Bejarano, que opta por despejar el rostro de la imagen utilizando telas muy sueltas.








A la izquierda, la Soledad de San Buenaventura, ataviada por Paco Ortiz, en la postura típica de dolorosa sevillana. A la derecha, vestida por José Antonio Grande de León, que ha recuperado una estética en la que la gestualidad de la imagen es más natural gracias a la posición de las manos.






BIBLIOGRAFÍA
Sánchez Herrero, J., Moreno Navarro, I., Bernales, J., González, J.M., Sanz, M.J., Campos Camacho, J.C., Las Cofradías de Sevilla. Historia, Antropología, Arte. Sevilla: Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1999, 119-131.

Sánchez Rico, J.I., Bejarano Ruiz, A., Romanov López-Alfonso, J. Imago Mariae. El Arte de Vestir Vírgenes. España: Editorial Jirones de Azul, 2015.

IMÁGENES

Virgen theotocos de las Catacumbas de Priscila: http://divdl.library.yale.edu/dl//images/eikon/ei0658s.jpg

Virgen de regla: Sánchez Rico, J.I., Bejarano Ruiz, A., Romanov López-Alfonso, J. Imago Mariae. El Arte de Vestir Vírgenes. España: Editorial Jirones de Azul, 2015.

María Santísima de los Dolores y Misericordia: Página Oficial de la Hermandad de Jesús Despojado http://www.jesusdespojado.org/hermandad/imagenes-titulares/m-stma-de-los-dolores-y-misericordia

Virgen de la Soledad (San Lorenzo): http://cofrades.sevilla.abc.es/photo/besamanos-de-la-soledad-de-san-443 (fotografía de Manuel Jesús Rodríguez Rechi).


Virgen de la Antigua y Siete Dolores: rafaes.com



lunes, 21 de marzo de 2016

Don Fadrique Enríquez de Ribera y los orígenes de la Semana Santa sevillana

La Semana Santa es sin duda, desde todos los puntos de vista, una semana muy importante para la ciudad de Sevilla. En estos días las escenas de la pasión, muerte y resurrección de Jesús procesionan por las principales calles de esta ciudad no dejando indiferente a nadie. Sin embargo, esta fiesta tan propia de los territorios cristianos y especialmente del sur de la Península Ibérica, no siempre fue tal y como la conocemos hoy.

Antes del siglo XVI las procesiones eran muy pocas y la Semana Santa se celebraba sobre todo dentro de las iglesias. Los ritos que caracterizaban esta fiesta tenían ya un carácter simbólico y conmemorativo, como por ejemplo la rasgadura del velo del altar del templo y la simulación del terremoto que se narra que acompañó a la muerte de Cristo, misas en las que se ritualizaba la eucaristía, lavatorios de pies y, por supuesto, la adoración de la Cruz y las distintas representaciones de los hechos de Jesús, pero siempre dentro de las iglesias. Con lo cual los cristianos a lo largo de esta semana debían visitar las iglesias cada día, hacer vigilias, para  terminar celebrando en el domingo de resurrección la misa que cerraba dicha semana en la que todos los fieles debían comulgar. Estas eran las prácticas a las que se reducía la Semana Santa sevillana entre los siglos XIV y XV.

Sin embargo, a principios del siglo XVI esto cambiará de la mano de Don Fadrique Enríquez de Ribera, descendiente de Pedro Enríquez y Catalina de Ribera (para saber más lee nuestroartículo dedicado a Catalina de Ribera), gracias a cuya herencia acaparó una gran suma de títulos entre los que estaba el condado de los Molares, el marquesado de Taifa y el cargo de Adelantado de Andalucía. Al mismo tiempo que participaba junto a su padre en algunas de las últimas batallas contra el reino nazarí de Granada, Fadrique se formó como humanista, faceta que completó años después emprendiendo un viaje que le llevó por Italia hacia Tierra Santa.


Don Fadrique Enríquez de Ribera

Don Fadrique estuvo preparando este viaje y se encargó personalmente de planificarlo al detalle a partir de la lectura de diarios de viajes a Jerusalén de otros peregrinos como el de Bernardo de Bregdenbach, ya que sus coetáneos frecuentemente emprendían una “cruzada pacífica” hacia los lugares santos, que les llevaba a revivir la pasión de Jesús, ganar indulgencias o cumplir promesas de fe. Con esta intención partió de Bornos en 1518, recorrió la Península Ibérica, atravesó los Pirineos y los Alpes hacia Milán y Venecia, hasta llegar a Istria donde embarcó hacia Palestina.



Una vez allí, Fadrique participa en las procesiones, los cánticos, las oraciones y ofrece una ofrenda en la iglesia del Santo Sepulcro, donde confesó sus pecados antes de participar en la eucaristía. Tras la visita de los distintos lugares santos, emprendió el viaje de vuelta, el cual le volvería a llevar a Italia, por donde esta vez pasó más tranquilamente visitando varias ciudades de la Toscana, el sur y norte de Italia.

Una vez en Sevilla, Fadrique quiso dejar constancia de su peregrinación a Tierra Santa con el establecimiento en 1521 de un Vía Crucis. Esta procesión tenía establecida como primera estación la residencia de Fadrique, por lo que a partir de entonces se la conoció popularmente como Casa de Pilatos, y cuyo fin se encontraba en el templete de la Cruz del Campo, por entonces a las afueras de la ciudad. Este Via Crucis que se dividía en los doce momentos más reconocido del tránsito de Jesús hacia el Gólgota y que pretendía cubrir la misma distancia que la original en Tierra Santa, era algo totalmente nuevo, sin duda influenciado por su peregrinación y participación de los ritos propios en Jerusalén años antes. Cada año a partir de este momento la procesión salía de su palacio los siete viernes de Cuaresma, siguiendo el mismo recorrido fijo. Itinerario que se puede seguir aun hoy en día con algunas modificaciones posteriores, a partir de los azulejos representativos colocados en las distintas calles de la ciudad de Sevilla y que siguen teniendo como origen el palacio de Fadrique Enríquez de Ribera.


Templete de la Cruz del Campo, última estación del Via Crucis

Esto marcó un precedente en la ciudad de Sevilla que fue acompañado tanto de la fundación de muchas cofradías que se añadieron a las que se habían ido creando desde el siglo XIII, y también del respaldo ideológico de la Iglesia a partir de varios de los puntos que se concluyeron en el Concilio de Trento (1545-1563) y que configuraron la llamada Contrarreforma, entre los que estaban la promoción del culto a la Virgen y una exhortación a hacer de la fe un ejercicio público. Lo cual se tradujo en la proliferación de imágenes y procesiones en la Semana Santa de Sevilla siguiendo la costumbre establecida por Don Fadrique y su Via Crucis a la Cruz del Campo.

Bibliografía

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Aranda Bernal, A. “El origen de la Casa de Pilatos de Sevilla. 1483-1505”, Atrio Revista de Historia del Arte nº 17 (2011), 133-172.

García Martín, P. “La Odisea al Paraíso. La peregrinación a Jerusalén de Don Fadrique Enríquez de Ribera”, Arbor nº 711-712 (2005), 559-580.

García Martín, P. Paisajes de la Tierra Prometida. El viaje a Jerusalén de Don Fadrique Enríquez de Ribera, Madrid: Miraguano ediciones, 2001.

González Moreno, J. Vía Crucis a la Cruz del Campo. Sevilla: Editorial Castillejo, 1992.
Sánchez Herrero, J. La Semana Santa de Sevilla, Madrid: Silex, 2003.

Sánchez Herrero, J., Moreno Navarro, I., Bernales, J., González, J. M., Sanz, M. J., Campos Camacho, J. C., Las cofradías de Sevilla: Historia, antropología, arte, Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla y Universidad de Sevilla, 1999.

Webgrafía

Alma mater hispalense, “De las cofradías sevillanas del siglo XVI”: http://personal.us.es/alporu/histsevilla/cofradias.htm (Consultada 15-03-2016).

Imágenes

Don Fadrique Enríquez de Ribera: www.wikipedia.org

Mapa de la peregrinación de Don Fadrique: García Martín, P. “La Odisea al Paraíso. La peregrinación a Jerusalén de Don Fadrique Enríquez de Ribera”, Arbor nº 711-712 (2005), 572.

Templete de la Cruz del Campo: http://personal.us.es/alporu/histsevilla/cofradias.htm.