martes, 23 de mayo de 2017

Tres personajes para comprender la bohemia española: Alejandro Sawa, Valle-Inclán y Max Estrella

“¿Qué es lo que lleva dentro del corazón, qué pájaro azul de locura late en el cerebro de los muchachos que se alistan bajo la bandera lamentable de la bohemia?

Emilio Carrere, El bohemio (1)

Si preguntaran a alguien que describiera cómo es un bohemio probablemente diría algo parecido a un hipster de hoy en día, o alguien que no se arregla, o un vividor. Pero hay que ir mucho más atrás para poder imaginarnos a un verdadero bohemio. En España, hacia la segunda mitad del siglo XIX, un grupo de personas relacionadas con el mundo del arte se hacen llamar bohemios. Aspiran a convertirse en escritores, músicos, artistas que dejan de lado la normalidad de un trabajo de oficina para luchar por unos ideales y vivir del arte.

La bohemia es una época que se sitúa entre el Romanticismo y el Modernismo, aúna el sentimiento apasionado del romántico con el comienzo de los nuevos horizontes que llevan al simbolismo y al modernismo. Comienza a tener vida a finales del siglo XIX, en los núcleos urbanos de las grandes ciudades europeas, en plena industrialización y cerca del fin de siglo. Surge como resultado de las tertulias en los cafés, salones, los teatros, debates literarios donde se hablaba un lenguaje diferente. Se fragua en el Barrio Latino de Paris donde los artistas viven -o malviven- en buhardillas inhabitables sobreponiendo ante cualquier cosa el Ideal del arte y sus sueños por consagrarse como grandes escritores, dramaturgos, pintores, músicos, como refleja Henry Murger en su Escenas de la vida bohemia. En España esto se traslada a Madrid, a las calles que aparecen en El frac azul de Pérez Esrich o en Declaración de un vencido de Alejandro Sawa, cuyos protagonistas representan a aquellos provincianos que están dispuestos a perderlo todo en la gran ciudad para poder vivir de su obra al modo de Verlaine o Victor Hugo.


El café de Montmatre, Santiago Rusiñol (1890)

La bohemia del siglo XIX no se entiende sin el contexto socio-histórico de la época. Revolución Industrial, auge de los centros urbanos, fábricas, el papel de la burguesía contra el proletariado. En la España de Cánovas y Sagasta, un bohemio era un hombre mal vestido, que se atreve a cuestionar los valores de la sociedad mediocre y conformista, una sociedad que está sumida en el convencimiento de que nada puede cambiar. El bohemio, por su parte, aspira a un mundo mejor a través del arte, ese territorio utópico del que la sociedad se desentiende. Pero la bohemia no es solo arte y literatura, sino, como dice el profesor Manuel Aznar Soler, la bohemia es una respuesta a la inadaptación social, una protesta romántica e individualista que reivindica la libertad y muestra su rechazo hacia la mentalidad burguesa dominante. Viven al margen de las convicciones sociales y luchan por la libertad artística.

Es una época que puede pasar desapercivida, pero lo cierto es que de esta bohemia finisecular tenemos una larga lista de escritores, aún muy desconocida. En este artículo solo se va a hablar de dos referentes para comprender un poco mejor la bohemia española: Alejandro Sawa y Valle-Inclán. Y donde caben dos, caben tres, nada más y nada menos que Max Estrella, el protagonista de Luces de bohemia, un personaje que crea Valle-Inclán a raíz de su relación, amistosa y de admiración, hacia el gran bohemio de la literatura española, Alejandro Sawa.

Numerosos estudios sobre la relación entre ambos escritores están de acuerdo en que existía una gran amistad. Alejandro Sawa representa el prototipo por excelencia del bohemio del siglo XIX. Nace en Sevilla en 1862, crece en Málaga y se traslada a Madrid para consagrarse como escritor. Vivirá en Paris algunos años, lo que le marcará a nivel personal y en su carrera como escritor. Tras su muerte en 1909, se publicará Iluminaciones en la sombra, el diario del escritor sobre su etapa en Madrid y Paris, prologado por Rubén Darío, que sirve de homenaje a las penurias y fracasos de la vida bohemia. La profesora Amelina Correa, a la que tuve el gusto de escuchar en la Universidad de Sevilla, se ha dedicado a recopilar toda esa información desconocida, y necesaria, de Alejandro Sawa como personaje de la bohemia y como escritor de gran valor literario, en la biografía titulada Alejandro Sawa, Luces de bohemia.

Sawa, entre el mundillo literario de Madrid,  no pasaba desapercibido y, aunque Valle-Inclán fuera el único de la generación del 98 en admirar al escritor andaluz, otros como Ramón Gómez de la Serna y el propio Rubén Darío le guardan un fuerte respeto, tanto por su presencia bohemia (físico, elegancia, maneras de vestir), como por su obra. Cuando en 1879, este joven de Málaga llega a Madrid, poco a poco se va introduciendo en la vida literaria de la capital. Comienza a trabajar en el Ministerio de la Gobernación gracias a Ramón de Campoamor y a relacionarse con figuras importantes del mundo cultural e intelectual de la ciudad. Colaborará como redactor en diversos periódicos de la época como El Globo o El resumen. A modo de una novela de Galdós, se va conformando el personaje literario. 



Alejandro Sawa

Si pudiesemos asomar la cabeza en uno de los cafés en los que debatían sobre poesía estos esctritores bohemios veríamos, deslumbrante, esa presencia bohemia de Sawa «con el romanticismo metido hasta el tuétano de los huesos, y voluntario denodado de las huestes de la bohemia lúgubre, de la bohemia báquica, de la bohemia pobre y de la bohemia dorada» (2) y, por otro lado, veríamos esa barba kilométrica de Valle-Inclán, testigo de todo ese ambiente que reflejaría en Luces de bohemia.

Pero Alejandro Sawa no solo se ha convertido en el referente de la bohemia porque iba romantiqueando por los cafés, publicando en peródicos, escribiendo algunas novelas y luchando por la libertad del arte, sino porque su forma de morir ciego, casi sin dinero, vendiendo muchas de sus pertenencias, dejando a su mujer y su hija desamparadas, es una forma de morirse digna de un artista bohemio. Un final trágico que le revolvió a Valle-Inclán y que le hizo escribir una emotiva carta a Rubén Darío,

Querido Darío:

Vengo a verle después de haber estado en casa de nuestro pobre Alejandro Sawa. He llorado delante del muerto, por él, por mí y por todos los pobres poetas. Yo no puedo hacer nada, usted tampoco, pero si nos juntamos unos cuantos algo podríamos hacer. Alejandro deja un libro inédito. Lo mejor que ha escrito. Un diario de esperanzas y tribulaciones. El fracaso de todos sus intentos para publicarlo y una carta donde le retiraban la colaboración de sesenta pesetas que tenía en El Liberal, le volvieron loco en sus últimos días. Una locura desesperada. Quería matarse.

Tuvo el final de un rey de tragedia: loco, ciego y furioso. (3)

En 1910 se publica ese libro inédito que deja el fallecido, Iluminaciones en la sombra, que, junto con Luces de bohemia son el resultado del homenaje que le rinde Valle-Inclán a su admirado escritor y amigo.

Pero, este Valle-Inclán, entonces, ¿es bohemio o no lo es? Es una pregunta que necesitaría una amplia investigación aún hoy en día, puesto que hay muchísimos estudios sobre lo bohemio del escritor gallego. Algunos afirman que nunca perteneció a ese grupo de vagos vividores que no dejan rastro de su obra. Otros, como José Esteban defiende la necesidad  de apreciar las relaciones entre «el escritor gallego y tan singular y curioso movimiento».


Valle-Inclán

Lo que sí es cierto que la bohemia de Sawa y la bohemia de Valle-Inclán son diferentes. Con la muerte del escritor andaluz se acaba una forma de ser bohemio y, de alguna manera, Valle toma el asiento que este deja. Sawa enciende la mecha de la bohemia y Valle la continúa, y una muestra de ello es Luces de bohemia.

Los dos autores, además de compartir una original personalidad, comparten la forma de vivir por los ideales, de manera humilde. Sawa admirado pero también rechazado, y Valle como heredero de una bohemia heroica, según Ernesto Bark, en decadencia. El legado que dejan estos escritores y su presencia en la bohemia es clave para comprender este movimiento, esta forma de vida. La búsqueda de la belleza, la poética, junto con la denuncia política y social y la empatía hacia los más desfavorecidos ponen en la bohemia el listón muy alto y el agradecimiento eterno de aquellos que son capaces de colocar delante la obra que cualquier privilegio.


“Mi nombre es Máximo Estrella. Mi seudónimo, Mala Estrella. Tengo el honor de no ser Académico”
Máximo Estrella en Luces de bohemia

Si se le ha dado anteriormente gran importancia a la muerte de Alejandro Sawa es debido a que, según la crítica, es el motivo, aunque no el único, de la creación del personaje de Máximo Estrella de Valle-Inclán. La presencia tanto de Sawa como de Valle-Inclán en el personaje literario representa la unión entre estos autores tan parecidos y tan diferentes.

Luces de bohemia se escribe en 1920 y se publica, como obra escrita, en 1924 con algunas variantes. Se encuadra en un marco cronológico muy significativo: se recuerda la Semana Trágica de Barcelona de julio de 1909, las actividades de los modernistas, la fuerza de la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores), el aumento del paro obrero, la huelga revolucionaria de 1917, las ajetreadas callejas de Madrid y Barcelona, entre otros acontecimientos importantes que convulsionan en este periodo. El espíritu de cambio de siglo y qué será de la literatura después de la trágica muerte de su amigo, inspiran esta obra teatral que constituye un referente en la literatura española y el incipiente nacimiento del esperpento valleinclanesco. La acción se desarrolla desde un atardecer hasta la mañana siguiente en quince escenas. Se mueven por ese Madrid de principios de siglo un gran número de personajes de diferentes estamentos sociales: escritores, bohemios, poetas modernistas, serenos, guardias, obreros, burgueses.

Valle-Inclán escribe esta obra no solo como ese homenaje que le debe a su amigo, sino como una manera de poder reflejar la decadencia de la situación en España, los últimos bohemios y el modernismo que despunta en el nuevo siglo. Son varios los escritores que aparecen en esta obra: Dorio de Gádex o Ernesto Bark son dos ejemplos. Las constantes referencias hacia la vida bohemia, la forma de vivir, reflejan la influencia de la vida del autor en la obra.

El paralelismo de Alejandro Sawa y Max Estrella no se da únicamente en la forma de morirse. Alejandro Sawa tiene una mujer y una hija (Jeane Poirier y Elena), al igual que el personaje literario (Madamme Collet y Claudinita) y está ciego de la misma manera que lo está el escritor andaluz. Pero en ocasiones, este paralelismo se desvía también a Valle-Inclán. A veces el propio Valle-Inclán es el que se transfigura en el bohemio protagonista. Es el Valle-Inclán rebelde y revolucionario, que ataca y se burla de la autoridad. Gonzalo Sobejano, uno de los estudiosos sobre Valle-Inclán, apunta no solo la presencia de Sawa y de Valle en el protagonista bohemio, sino también en la constante comicidad grotesca, un nuevo reflejo de la sociedad y el tono irónico de la obra. Además está presente la sátira, el sarcasmo y, con ello, la elegía. En el sentido de ese tono como si fuera una despedida a un mundo caduco: los bohemios por los modernistas, la bohemia decadente y la bohemia que desaparece con la muerte del poeta.


Ramon Canudas, enfermo convaleciente, Santiago Rusiñol (1892)

Dos escritores mitificados en un personaje literario que sirve para comprender la situación decandente de la España de principios del siglo XX, así como de la literatura. Nos quedará la bohemia y los bohemios, la pasión por el arte y la literatura y nos quedará Max Estrella como una posibilidad de abrir una vía para ver la bohemia como una expresión de la disconformidad ante un orden, pero también una forma de vida que cree en la búsqueda de la belleza.


(1) Esteban, José, Valle-Inclán y la bohemia, Renacimiento, 2014. 
(2) Cita recogida de Correa, Amelina, Alejandro Sawa, luces de bohemia, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2008 pp 65-66: París, Luis, Gente Nueva, pp. 103-104.
(3) Carta de Ramón del Valle-Inclán a Rubén Darío, marzo de 1909. Esteban, José, Valle-Inclán y la bohemia, Renacimiento, 2014, p. 33.



Bibliografía

Correa, Amelina, Alejandro Sawa, luces de bohemia, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2008.
Esteban, José, Valle-Inclán y la bohemia, Sevilla, Renacimiento, 2014.
Phillips, Allen W., Alejandro Sawa, mito y realidad, Madrid, Turner, 1976.

Webgrafía de Imágenes
http://reproarte.com/images/stories/virtuemart/product/rusinol_santiago/el_cafe_de_montmartre.jpg
https://savonarolamiscelanea.files.wordpress.com/2013/10/retrato-de-sawa-2.jpg?w=640
http://7www.ecestaticos.com/imagestatic/clipping/f70/5df/f705df2325fb2e2906d8de4725b4c6b6/la-fabulosa-muerte-de-valle-inclan.jpg?mtime=1451910772
https://lh3.googleusercontent.com/-lKEwvxSgtYU/VbJsCaw1NqI/AAAAAAADSz0/rIgRw-avYts/s512-Ic42/04SantiagoRusi%2525C3%2525B1ol-Ramon%252520Canudas%25252C%252520convaleciente_1200x1600.jpg

 Sobre la autora
Nuria González
Graduada en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla. Desde que comenzó la carrera, su interés se centra en la literatura, sobre todo, siglo XIX y literatura contemporánea. También presenta un gran interés por la literatura hispanoamericana y el teatro, lo que le llevó a profundizar más en su Trabajo de Fin de Grado sobre Roberto Arlt. Este próximo curso finalizará el Master de Estudios Hispánicos Superiores, en la misma universidad.





2 comentarios:

  1. Muy bien redactado y documentado. Me ha gustado mucho el desarrollo del articulo y como la autora ha sido capaz de transmitir el mensaje de una manera amena y sencilla, pero a la vez elegante. Además, he podido conocer a Alejandro Sawa y una faceta que desconocida tanto de Valle-Inclan como de la historia de la literatura española. Enhorabuena!

    ResponderEliminar
  2. Desde mi absoluta ignorancia en este campo, me ha atraído profundamente la lectura del artículo. Al leerlo, a uno le nacen las ganas de profundizar en ambos autores y, como no, en Luces de Bohemía y Max Estrella.
    Bello artículo y bella redacción.

    ResponderEliminar