martes, 14 de marzo de 2017

Jaime IV de Mallorca, el desconocido rey errante

Muchos son los episodios históricos que, habiendo marcado el devenir de todo un pueblo, han sido completamente olvidados. Podríamos escribir mucho sobre ello y enfatizar cuánta razón tenía George Orwell al decir que "la historia la escriben los vencedores", pero en el siguiente artículo vamos a hablar de un rey que, habiendo tenido una vida realmente apasionante, apenas es conocido siglos después de su muerte. Y es que Jaime IV fue un monarca sin trono ni reino que, por avatares de la vida, se vio obligado a recorrer las cortes de la Europa medieval para obtener apoyos e intentar recuperar lo que, en manos de su tío, consideraba suyo por derecho propio.


Retrato de Jaime IV de Mallorca

Jaime IV (1336 – 1375) era hijo, sobrino y nieto de reyes. Descendiente de Jaime I el Conquistador, tanto él como su hermana Isabel eran fruto de la unión matrimonial entre Jaime III el Temerario, monarca legítimo del Reino de Mallorca, y Constanza de Aragón y Enteza, hija de Alfonso IV el Benigno. El enlace, pactado durante la infancia de sus progenitores, era la culminación de unos acuerdos que, constituidos con mucho esfuerzo, estaban llamados a poner fin de una vez por todas al largo conflicto que mantenían desde hacía décadas los reyes de ambos territorios. La enemistad entre las dos ramas familiares a raíz de la controvertida herencia dejada por Jaime I, las óptimas posibilidades económicas que ofrecía el reino y su posición estratégica en el Mediterráneo habían originado un crudo enfrentamiento que había desgastado a las dos facciones. Ante la necesidad de finalizar con una situación malsana para sus intereses, los acuerdos dieron paso a una época de tranquilidad que se truncaría con la llegada al trono catalano-aragonés de Pedro IV el Ceremonioso y la imprudente política internacional de Jaime III. El conflicto entre ambos monarcas no se haría esperar. La Batalla de Llucmajor sesgaría la vida de Jaime III en 1349 y Pedro IV, apoyado por los estamentos más poderosos, conseguiría apoderarse del trono.

Si bien el enfrentamiento había cesado y Pedro IV había obtenido el dominio del Reino de Mallorca, el rey era consciente de que quedaban frentes abiertos. ¿Qué debía hacer con sus sobrinos que en virtud de los últimos designios de Jaime I seguían siendo los herederos legítimos? Lo cierto es que poco sabemos de la infancia del príncipe Jaime, aunque con seguridad vivió en primera persona el enfrentamiento familiar y la creciente inestabilidad política. Separado de su madre durante un tiempo, el fallecimiento de su progenitor le sorprendió en el propio campo de batalla: con apenas 13 años presenció la muerte de su padre y de sus hombres. Herido, fue trasladado al Castillo de Bellver donde junto a su hermana fue hecho prisionero. Sacados a la fuerza de Mallorca, Isabel y Jaime (nominalmente monarca del Reino de Mallorca y príncipe de Morea, conde de Clarença y barón de Matagrifó) vivirían presos en diversos castillos y fortalezas durante 12 años hasta que el joven, auspiciado por una facción de nobles, fue liberado en 1362. Pedro IV, enterado de la fuga, mandó al gobernador de Mallorca a que vigilara los desembarcos efectuados en la isla al mismo tiempo que iniciaba la infructuosa búsqueda de su sobrino en Cataluña. Todo fue en vano.


Castell de Bellver

Sabiendo que su tío no tendría piedad si lo encontraba, Jaime IV iniciaría un largo periplo que le llevaría a refugiarse primero en Aviñón y luego en Nápoles. Su estancia en Nápoles le fue propicia puesto que además de contraer matrimonio con la reina Juana I y obtener tanto su protección como el título de duque de Calabria, en la corte napolitana empezaría a recabar apoyos para su venganza

Separado a los pocos años de su esposa, con la que siguió manteniendo una relación cordial, el pretendiente al trono optaría por viajar a Francia para atraer el apoyo de Carlos V de Valois. Rechazadas sus demandas ante el buen momento que atravesaban las relaciones entre éste y Pedro IV, Jaime se desplazaría hasta la Península Ibérica por su cuenta y riesgo para buscar apoyos entre la influyente nobleza castellana. Y es en este preciso instante cuando, sabiendo que Pedro I el Cruel demandaba auxilio entre la aristocracia para luchar contra su hermanastro Enrique de Trastámara, Jaime IV decidió involucrarse en la Primera Guerra Civil Castellana con la esperanza de que el monarca castellano, enemistado con su tío, le concediera posteriormente ayuda para su propia causa.

El conflicto castellano, gestado durante mucho tiempo, se había internacionalizado. La Guerra de los Cien Años mantenía enfrascados a los monarcas de Francia e Inglaterra en un crudo enfrentamiento feudal desde 1337 y el resto de gobernantes, según el curso de los acontecimientos, iban aliándose con uno u otro bando en pos de los intereses de sus reinos. Pedro I y Pedro IV no serían una excepción. Olvidando sus históricas rivalidades Pedro IV y Carlos V habían entablado una alianza que parecía fructífera para ambos; Pedro I, desprovisto de los apoyos suficientes entre la nobleza, decidió demandar ayuda a Eduardo de Woodstock, el famoso Príncipe Negro, para que le prestara auxilio y éste, luego de asegurar el compromiso del monarca de ceder territorios peninsulares a Inglaterra, comenzaría a entablar conversaciones con otros caballeros para que se unieran a Pedro I. Con el respaldo económico de su esposa, el patrocinio de Urbano V y una amistad creciente con el heredero al trono inglés, Jaime IV participaría junto a las fuerzas de Pedro I y el Príncipe Negro en la Batalla de Nájera (1367) donde sería apresado. Trasladado a Valladolid, sería liberado en 1369.

Rotas las alianzas con otros nobles que no deseaban una confrontación directa con el rey de la Corona de Aragón, Jaime abandonaría Castilla para volver al sur de Francia. En Montpellier recibiría la visita de su hermana Isabel que, viuda de Juan II Paleólogo, le instaría a retomar sus planes en contra de Pedro IV. Restablecidas las conversaciones con Carlos V (que mantenía un pleito con Pedro IV por el Rosellon) a través de Luis de Anjou y gracias a la asistencia económica de su hermana y de su esposa, Jaime IV reuniría un vasto ejército de mercenarios con el que atravesaría la frontera en dirección a Barcelona. Salvaguardada por el ejército del monarca la ciudad resistiría el asedio al que fue sometida durante un año hasta que Jaime IV, por cuestiones tácticas, se vio obligado a abandonar la campaña.

Con su ejército forzado a marchar hacia Castilla, Jaime comenzaría a mostrar signos de agotamiento. Sin apenas energías, herido y, según algunos historiadores, convenientemente envenenado por orden de Pedro IV, el hijo de Jaime III arribaría a Soria. En la ciudad castellana, el 20 de enero de 1375, el rey titular del Reino de Mallorca fallecía y su cuerpo, sepultado con todos los honores por voluntad del futuro Juan I de Castilla, encontraría descanso en el convento de San Francisco. Abandonado con el paso del tiempo y destruido parcialmente durante la Guerra de Independencia (1808-1814) el convento, que actualmente se encuentra en ruinas, alberga aún el enigma sin resolver del emplazamiento exacto donde fue inhumado el cadáver del rey errante que nunca pudo reinar.

 Bibliografía:

Casasnovas, M. À., Història de les Illes Balears. Editorial Moll: Palma de Mallorca, 2007

Ensenyat Pujol, G., La reintegració de la Corona de Mallorca a la Corona d’Aragó. Editorial Moll: Palma de Mallorca, 1997

Ferrando, J. E., La tràgica història dels reis de Mallorca: Jaume I, Jaume II, Sanç, Jaume III, Jaume IV, Isabel, Vol. 21. Editorial Aedos: 1960.

Palenzuela, V. A.A., Historia de España de la Edad Media. Editorial Ariel: Barcelona, 2002.

Imágenes:

Castell de Bellver - El hecho de ser apresado en el Castell de Bellver y ser prisionero en otros emplazamientos fuera de la isla marcaría la existencia de Jaime. Las fuentes señalan que la precariedad y hostilidad a la que fue sometido durante su encarcelamiento forjarían su carácter y la animadversión que mostró durante toda su vida por quién él consideraba un usurpador.

Retrato de Jaime IV de Mallorca - A la muerte de Jaime IV, Isabel I de Mallorca dedicó el resto de su vida a intentar hacer realidad los deseos de su hermano. Después de su fallecimiento en 1404 ninguno de sus hijos mostró inclinación alguna en luchar por recuperar el Reino de Mallorca. Jaime II de Urgel, nieto de Isabel, competiría con Fernando de Antequera por el trono de la Corona de Aragón.


Sobre la autora:

Romina Martínez
Licenciada en Historia por la Universidad de les Illes Balears (UIB), diplomada en Historia de les Illes Balears por la UIB y con el Máster de Formación del Profesorado (especialidad Geografía e Historia) por la misma universidad. Desde el 2012 colabora en diversos medios digitales que ha compaginado con la gestión de su propio blog llamado Tempus Fugit.





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