martes, 14 de febrero de 2017

El grabado japonés ukiyo-e: introducción al japonismo

El análisis de las manifestaciones artísticas en Japón nos conduce necesariamente a la técnica del grabado ukiyo-e, un género especialmente significativo para el estudio de la sociedad y la cultura japonesa tanto por su temática de carácter social como por su relevancia a nivel artístico. Es un género característico de las ciudades del periodo Edo de la historia japonesa (1615-1868), periodo que toma su nombre de la antigua ciudad de Edo, que modificó su nombre por el de Tokyo tras un incendio que devastó casi la totalidad de la urbe.

La palabra ukiyo-e está compuesta por tres kanjis que le otorgan la significación de “pintura del mundo flotante”: uki (flotante), yo (mundo), e (pintura). Es un término que hace referencia al conjunto de grabados xilográficos producidos en Japón desde el siglo XVII al siglo XX, con gran amplitud temática que abarca desde escenas teatrales hasta representaciones de cortesanas y que responde a los gustos de la cultura visual de las nuevas clases urbanas dominantes en Edo. Sin embargo, ukiyo (mundo flotante), palabra con la que se designará a la nueva cultura desarrollada por los habitantes de Edo, es un término originario del Budismo que ha sido utilizado con carácter peyorativo para hacer referencia al mundo efímero e ilusorio al que es necesario trascender para alcanzar el verdadero conocimiento.

Si bien es cierto que conocemos este género por la importancia de su producción y distribución en láminas, su surgimiento se debe al desarrollo de la industria gráfica japonesa y a la exaltación de los valores estéticos del periodo Heian (794-1185), considerados como los valores clásicos, que fueron retomados durante el periodo Edo y difundidos entre todas las clases sociales gracias a la reedición de clásicos literarios. El ukiyo-e es, entonces, consecuencia del desarrollo de los libros ilustrados. Esto es así de tal modo que los artistas de ukiyo-e apenas gozaban de reconocimiento social, y los más valorados eran aquellos con mayor número de trabajos editoriales (Utagawa Kunisada, por ejemplo). La lectura fue la actividad de ocio más concurrida entre los habitantes de Edo, de todas las edades y sexos. El incremento en los niveles de alfabetización y en la demanda de libros generó que en un periodo de un siglo se publicaran más de 10.000 obras, de las cuales gran cantidad fueron clásicos literarios ilustrados con ukiyo-e.

La obra Ise Monogatari (cuentos de Ise) fue la primera en ilustrarse con esta técnica en 1608, una compilación escrita en el siglo IX que cuenta las hazañas amorosas de un aristócrata.



La introducción del color en el grabado (nishiki-e) supuso una importante modernización de la técnica y la temática. Cuando se incorpora el color en la estampa se orienta la producción del ukiyo-e hacia tres grandes géneros: bijin-ga (mujeres hermosas), yakusha-e (escenas del teatro kabuki) y el mitate-e o parodia.


Ejemplo de bijin-ga. Kitawaga Utamaro.


Ejemplo de yakusha-e. Kunimasa IV (Kunisada III).


Ejemplo de Mitate- e. Utagawa Kunisada.

El shogunato Tokugawa  había establecido su cuartel general en Edo en 1603, decisión que tuvo un enorme impacto sobre el panorama artístico de Japón. Los Tokugawa son especialmente conocidos por llevar la paz a un Japón que había estado sumido en numerosas guerras durante la antigua era Sengoku (1467-1615), así como por sumir a la nación japonesa en un periodo de reclusión nacional, iniciado en 1630 y finalizado en 1868 con la restauración del gobierno imperial. La apertura de Japón hacia el mundo a nivel comercial y de intercambio cultural promovió que en Europa se diese el fenómeno conocido como Japonismo, esto es, la inquietud y gusto por la cultura japonesa y su importación al ámbito europeo. El fenómeno del Japonismo europeo es coetáneo al de la occidentalización de Japón. La apertura del comercio implicó el tráfico de técnicas y estilos en ambas direcciones, de modo que, mientras en Europa se estaba iniciando el coleccionismo de estampas japonesas por parte de marchantes y artistas, en Japón la técnica del ukiyo-e perdió protagonismo en pro de la experimentación con técnicas pictóricas traídas desde Occidente.  El arte japonés, entonces, reaccionó ante la estética occidental creando la tendencia artística conocida como Namban, en la cual se entremezclan elementos típicamente japoneses con temas occidentales.

En el campo pictórico, el Japonismo decimonónico toma como objeto de enfoque las propiedades estilísticas de la plástica japonesa, utilizadas como referencia frente al arte academicista. París se había convertido en la capital del arte y los artistas de la bohemia estaban redescubriendo y reinventando la manera de producción  artística. El Impresionismo y el Post- Impresionismo sacaron al artista del estudio, generando una plástica y una temática muy particulares que suponían una auténtica renovación del arte. En esta renovación aparece el exotismo japonés, recién descubierto, cuyas estampas de ukiyo-e comienzan a cautivar a los artistas afincados en París: los trazos reducidos a lo esencial pero siempre expresivos y estilísticos, los formatos verticales, las perspectivas flotantes y asimétricas y la concepción espacial se incorporan, directa o indirectamente, en la obra de muchos de los artistas más representativos del momento. La capital francesa se había consagrado como ciudad hegemónica de las artes y lugar de nacimiento de las nuevas estéticas y movimientos como el simbolismo, el decadentismo o el modernismo. En un ambiente en el que las artes visuales y la literatura son protagonistas del clima bohemio , en el que lo novedoso y lo exótico cobra cada vez más auge, se introducen las estampas japonesas de los maestros de ukiyo-e del periodo Edo. Las obras de Hokusai, Hiroshige, Kuniyoshi, Kunisada, Eisen, Utamaro o Moronobu comienzan a incluirse en las colecciones de artistas como Van Gogh, Toulouse- Lautrec y Degas, de escritores como Emile Zola y los hermanos Stein (Leo y Gertrude) y de marchantes que acabaron incluso especializándose en ellas, como es el caso de Siegfried Bing y Hayashi Tadamasa. Edmond de Goncourt será uno de los grandes difusores, defensores y entusiastas del arte japonés, especialmente fascinado por las estampas eróticas (shunga) y concretamente por Hokusai, de cuyas figuras decían que “debían su seducción la furia de sus cópulas, como encolerizadas, a las volteretas de sus apareamientos destrozando los biombos del cuarto, al entrelazamiento de los cuerpos inextricablemente fundidos; al gozoso nerviosismo de los brazos, ansiando y repeliendo el coito (…) [Edmond de Goncourt, Hokusai. París, Charpentier et Fasquelle, 1896, p.125].

En lo que se ha denominado historiográficamente como Postimpresionismo, el Japonismo juega un papel ya mucho más latente e innovador, de la mano de las figuras de Paul Gauguin, Vincent van Gogh y Toulouse- Lautrec. Si bien estos artistas también adquirieron grandes e importantes colecciones de estampas, su obra dejará entrever una influencia mucho más explícita y directa que en el caso de los artistas de los que venimos hablando. Parafraseando una charla de Picasso con André Malraux, “Van Gogh dijo: ‘todos teníamos un rasgo en común: el arte japonés’”.  Y es cierto que el caso de Van Gogh es especialmente significativo, no sólo por haber adquirido una gran colección de estampas, sino también por reproducir e imitar algunas de ellas en óleo, como El Puente bajo la lluvia de Utagawa Hiroshige, perteneciente a la serie “Cien famosas vistas de Edo”, realizada en la década de 1850.


A la izquierda, el grabado original de Hiroshige. A la derecha, la copia al óleo realizada por Van Gogh en 1887.

 La presencia del Japonismo en España también tiene su eco en artistas de la talla de Pablo Picasso, quien entra en contacto con el arte japonés desde su primera visita a París gracias al contacto con las obras de Van Gogh y Toulouse- Lautrec. Sin embargo, la producción picassiana tiene algunas obras que demuestran el conocimiento y contacto de la plástica japonesa. Su obra Sadayakko, homónima a una compañía teatral japonesa que comenzó a exhibir sus números en París, es un estudio del autor sobre la fuerza gestual, la seducción y la interpretación de la actriz en la obra “La Geisha”.



Pablo Picasso. Sadayakko. 1900-1901, Colección particular.

Encontramos, en definitiva, un género con una importancia artística y cultural que trasciende los límites de sus propias fronteras precisamente por la sencilla singularidad de sus formas, que llevan plasmada en cada trazo la complejidad filosófica, poética y contemporánea de la sociedad japonesa y que tiene como resultado una estética basada en el trazo limpio, seguro, eficaz y continuo; algo completamente novedoso para Occidente.



BIBLIOGRAFÍA

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WEBGRAFÍA

SOBRE LA AUTORA
Cristina Busto
Graduada en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca, promoción 2012 - 2016, con un Trabajo Fin de Grado dedicado a la presencia del grabado ukiyo-e en el arte occidental de los siglos XIX y XX. Actualmente investiga aspectos del arte contemporáneo, centrándose especialmente en el Dadaísmo y su repercusión; y sobre las relaciones entre la literatura y la plástica. 

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