martes, 16 de agosto de 2016

El Gobierno de Salvador Allende; el intento de transición al socialismo y el retroceso político-social después del golpe de Estado

Con la subida al poder de Salvador Allende, tras ganar las elecciones de 1970, el clima de la vida pública chilena se transformó. La afiliación a un determinado partido político pasó de ser una preferencia ideológica a una lucha de clases y la violencia política creció en intensidad y frecuencia. En general, se politizaron todos los aspectos de la vida y la política se polarizó. La brutalidad con que el gobierno fue derribado el 11 de septiembre de 1973 es el testimonio más fiel  del nivel al que había llegado la pasión política en  Chile.

El gobierno de la UP (Unidad Popular), prometió nacionalizar la economía, poner en práctica un amplio programa de redistribución de la renta, terminar con la dominación de los latifundios que llevaba casi 400 años instaurado en Chile, transformar el sistema político mediante la creación de una legislatura unicameral, potenciar la participación popular en la dirección de la economía, en la toma de decisiones políticas y en la administración de justicia y seguir una política exterior auténticamente independiente. Además, como consecuencia de la presión de las organizaciones campesinas, Allende, aceleró  el proceso de expropiaciones llegando a expropiar alrededor de 4400 granjas antes del golpe de estado.

A pesar del impulso progresista y de la reactivación de la demanda, a través de una gran redistribución de ingresos, todas estas medidas acabaron provocando un gran desincentivo a la inversión y una importante descapitalización que indució a un descenso de la producción, principalmente en los años  1972 y 1973. A todo esto, hay que sumarle el bloqueo comercial y financiero que sufrió el territorio chileno por parte de los Estados Unidos.

Las cada vez mayores dificultades económicas hicieron resurgir las tensiones sociopolíticas. Los sectores de izquierda organizaron controles populares del comercio para hacer frente al desabastecimiento creciente, además se van a ver multiplicados los conflictos en las fábricas, que acabarán bajo la administración del Estado. Se dará, de esta manera,  un avance no planeado hacia el socialismo, que agravaba aún más la tensión social; se derrumbaba el apoyo de las clases medias a la izquierda y las hostilidades de éstas obligaron a la Democracia Cristiana a abandonar toda reticencia y mesura en su actitud opositora.

La situación no era mejor ni en el campo ni en el transporte, sector que Allende decide nacionalizar, ganándose de esta manera un aumento de la oposición, la cual cada vez era más simpatizante del sector militante.

Como consecuencia de todos estos vaivenes se produjo la crisis de octubre, que consumó la metamorfosis de un conflicto político entre cuyos participantes las transacciones y los acuerdos eran aun posibles en un descarnado conflicto de clases. Mientras la coalición de izquierda por primera vez sumaba a la lealtad de una sólida mayoría de los asalariados la prácticamente unánime de las campesinas y marginales, sus adversarios ganaban la, ahora igualmente unánime y cada vez más militante de las clases intermedias.

Debido a que los partidos que formaban la coalición gobernante no se ponían de acuerdo sobre el rumbo que debía tomar el experimento chileno, no se logró canalizar el punto de partida de las transformaciones, que era la movilización de las masas. Según la extrema izquierda la única solución para salir de esta etapa prerrevolucionaria donde se había introducido Chile, consecuencia de la crisis de octubre de 1972, era la violencia. Allende y el resto de la coalición izquierdista que apoyaba esta postura,  intentaron resolver la crisis a través de la incorporación al gabinete de ministros militares, cuya presencia fortificaría la potestad suprema del estado, y concedía la resolución del conflicto que fraccionaba a la sociedad chilena, que debía decantarse  en las elecciones de renovación parlamentaria de marzo de 1973.

Pero esto no resolvía el conflicto, ya que la agitación opositora creció cada vez más, llegando incluso a tener que renunciar al comando en jefe del ejército y a su puesto en el gabinete el general Prats, en agosto ante la presión de sus pares. Su puesto lo ocuparía el general Augusto Pinochet, el mismo que dos semanas más tarde encabezaría el golpe de estado militar que puso fin no sólo al ensayo socialista, sino también a la continuidad institucional.

El golpe de Estado producido el 11 de Septiembre acabó con la vida de Salvador Allende y dio paso a un sistema de gobierno totalmente represivo; las fábricas, las barriadas marginales, los estadios, transformados en cárceles al aire libre eran teatro de ejecuciones numerosas, mientras en el campo otras matanzas borraban las huellas de las recientes movilizaciones. El retorno del orden constitucional quedaba así totalmente descartado por la fuerte ambición personal del general Pinochet y la corporporación castrense. Se puede decir que en este golpe, las clases altas y medias tenían mucho que ganar, pero a su vez mucho que perder, se puso en juego sus riquezas y el miedo de volver a la decisión de colocar su posición en la sociedad chilena a merced del juego electoral. Así el régimen militar, no sólo de los principios, sino el de todo el período, y los sectores populares que se vieron amenazados por los militares,  se esbozaron como prioridad prevenir cualquier organización y movilización popular. Pinochet se convirtió en un dirigente político por derecho propio, que no debe su predominio sobre sus pares sino a la identificación privilegiada que con él mantienen cuantos en Chile guardan aun rencorosa memoria del  gobierno de Unidad Popular. Es ésta quizá la razón principal, como esboza Halperin donghi, por la cual ha sido precisamente en Chile donde la toma del poder por las fuerzas armadas ha hallado expresión en una dictadura personal de vocación vitalicia.

Por tanto la sociedad chilena sufrió las numerosas persecuciones y represiones por parte del gobierno militar, así como los exilios políticos que tuvieron lugar en esos años. Miles de personas fueron asesinadas o desaparecidas llevadas a centros y torturadas, cientos de miles fueron privadas de libertad o se vieron obligadas a exiliarse además, el régimen militar, colocó en primer plano la utilización de la violencia como modo de zanjar los conflictos sociales. Se intentó desarticular a fondo las estructuras clandestinas de los partidos de izquierda e impedir todo asomo de reconstrucción de las organizaciones sociales especialmente los sindica. 


Bibliografía:

Martner, G., El gobierno del presidente Salvador Allende, 1970-1973. Chile: Ediciones Literatura Americana Reunida, 1988.

Donghi, H., Historia Contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza Editotial, 2005.

Imágenes:

Biografía y vidas. La Enciclopedia Biográfica en Línea: http://www.biografiasyvidas.com/

2 comentarios:

  1. Un buen artículo de un mito de la izquierda, dejo por aquí un enlace de unos documentales que me han recomendado sobre el chile de Allende, deben de estar muy bien https://www.filmaffinity.com/es/film362947.html

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  2. Muchas gracias por la aportación. Aprovecho para recomendar una novela que plasma con mucho acierto todo lo ocurrido en esos años; "nosotras que nos queremos tanto" de Marcela Serrano.
    Saludos

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